domingo, 13 de febrero de 2011

El icono dañado

Hoy me apetece hablar de cómo vemos a los demás y sobre todo, de cómo cuando otras personas muestran su sensibilidad no sabemos cómo tratarlos y desemboca en una situación embarazosa para la mayoría.
Hace una semana participé en una reunión de seguimiento de los coordinadores de la Conferencia Europea de Coaching que tendrá lugar en Madrid en junio de este año (por cierto, quiero desde este blog animar a todos a que participen, pueden encontrar la información en www.coachingconferencemadrid2011.com)
En un determinado momento, abrumado por el escaso avance de los temas que había asumido bajo mi responsabilidad, expuse ante los demás la aparente vulnerabilidad de decir: "no sé". Independientemente de la cuestión técnica que se trataba, he de reconocer que la carga emocional que apareció en mí fue elevada. Inmedatamente noté que me arropaba la simpatía y la comprensión de los demás.
Para mí es un hecho contrastado, y así lo expuse en una entrada de este blog hace ya bastante tiempo, que mostrar la vulnerabilidad no sólo no te hace más débil sino todo lo contrario.
Pero poco después, pensando sobre lo que había vivido en esa reunión, me vino a la cabeza lo difícil que es, en geral, para todos nosotros, tratar a alguien que se encuentra en un estado emocional cargado de sensibilidad. Yo tuve suerte de estar rodeado de coaches, personas acostumbradas a tratar la emoción desde un punto de vista más empático, pero en general, cuando alguien ve a otro ser humano pasando un mal trance siente la tentación de mirar hacia otro lado, como si no pasara nada, en lugar de acercarse y acompañarlo en su emoción.
Esto me recuerda un pequeño texto de Anthony Bloom que cita Elsa Punset en su último libro. Se llama "El icono dañado" y dice así:
"Es imposible aportar nada a nadie sin buscar y ver en cada cual todo lo bonito que tiene, porque identificando lo malo, lo feo, lo torcido no se ayuda a nadie. Cristo miró a todos los que conoció, tanto a la prostituta como al ladrón, advirtiendo la belleza escondida en cada uno de ellos. Tal vez fuera belleza torcida o dañada, pero era belleza por donde se mirara, y lo que Él hizo fue llamarla a voces. Esto es lo que nos corresponde hacer con los demás. Pero, para ello, primero debemos ser puros de corazón, de intenciones y mostramos abiertos - cualidades que a menudo echamos en falta- para poder escuchar, mirar y ver tanta belleza encubierta. Cada cual está hecho a semejanza de Dios, y cada cual se parece a un icono dañado. Pero si se nos diera un icono dañado por el tiempo y los acontecimientos, o profanado por el odio de los hombres, lo trataríamos con el corazón quebrado, con ternura y reverencia. No prestaríamos atención al hecho de que esté dañado, sino a la tragedia de que lo esté. Daríamos importancia a lo que perdura de belleza, y no a lo que está destruido. Y así es como debemos actuar con los demás".

Un abrazo

No hay comentarios:

Publicar un comentario