viernes, 22 de noviembre de 2013

Crisis y Crisálidas

Hace pocos días, en una gélida noche madrileña, vi a unos jóvenes rebuscando en los cubos de la basura de mi domicilio. Sentí una punzada en el corazón. Por desgracia estamos asistiendo a escenas que en nuestro país no habíamos conocido en décadas.

Cuando uno se enfrenta a esta dura realidad, cuando asistes casi a diario a las expropiaciones de domicilios de gente humilde, normalmente bienintencionada, que acaban en la calle mientras las leyes amparan al expropiador, la Banca, la indignación crece por momentos. Cada día tengo más presente aquella frase que salía en una obra de Bertolt Brecht: "¿Qué delito es el robo de un banco comparado con fundar uno?".

Me niego a abandonarme en los brazos de la ira o de la tristeza, absolutamente justificados por supuesto, para intentar buscarle un sentido a todo esto, no a las expropiaciones, que eso sólo sirve para salvar el modelo de negocio que precisamente nos ha llevado a la crisis, sino el sentido del sufrimiento que nos envuelve.

Las líneas que siguen probablemente no servirán para la mayoría pero puede que haya un puñado de personas que reaccionen de manera positiva y solo por eso vale la pena escribirlo.

Empezaré contando una fábula, la “Lección de la Mariposa”:

“Un día un niño encontró un capullo de mariposa y observó que en él había un pequeño orificio. Se sentó y se entretuvo en observar mientras la mariposa luchaba durante varias horas para forzar su cuerpo tratando de pasar a través del pequeño agujero.

Pasó un largo rato observando los esfuerzos de la mariposa por salir al exterior, pero parecía que no hacía ningún progreso, como si hubiera llegado a un punto donde no podía continuar.

Al niño le dio mucha pena ver ese esfuerzo infructuoso y decidió ayudar a la mariposa. Cogió unas tijeras y cortó el resto del capullo. La mariposa salió fácilmente, pero tenía el cuerpo hinchado y las alas pequeñas y arrugadas.

El niño continuó mirando porque esperada que en cualquier momento las alas se extenderían para poder soportar el cuerpo que, a su vez, debería deshincharse. Pero nada de esto ocurrió. Por el contrario, la mariposa pasó el resto de su vida con el cuerpo hinchado y unas alas encogidas... La mariposa nunca pudo volar.

Lo que aquel niño no sabía es que la lucha que realiza la mariposa para salir por el diminuto agujero, es la manera que utiliza la Naturaleza para enviar fluido del cuerpo de la mariposa hacia sus alas de modo que esté lista para volar tan pronto salga del capullo".

A veces el esfuerzo es exactamente lo que necesitamos en nuestras vidas. Si transcurrimos por la vida sin obstáculos, nos volvemos acomodaticios, aplicamos la Ley del Mínimo Esfuerzo, no valoramos todo lo que la vida nos ha dado. En cambio, cuando nos enfrentamos a problemas aprendemos a resolverlos, cuando nos enfrentamos a dificultades nos hacemos más fuertes, cuando atravesamos penurias económicas aprendemos a valorar de verdad las cosas que hasta ese momento habíamos poseído y ni siquiera nos habíamos parado un instante a sentirnos agradecidos por disfrutarlas.

En definitiva, a veces la crisis puede ser valiosa para que las crisálidas se transformen en mariposas dispuestas volar por encima de todas las dificultades. Todo tiene un sentido en la vida, incluso las desgracias, o mejor dicho, especialmente las desgracias. Por eso, en nuestra mano está pasar la vida “aguantando el chaparrón” y preguntándonos “¿Por qué ha tenido que ocurrirme esto a mí?” o buscar el sentido, aprender de los errores cometidos, evolucionar y valorar adecuadamente todo lo que la vida nos ha regalado.

Un fuerte abrazo

lunes, 28 de octubre de 2013

¿Sabemos lo que realmente importa?

La publicación el año pasado del libro “Al otro lado del túnel”, del Dr. José Miguel Gaona ha puesto nuevamente de moda el estudio de las ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte), que ya popularizara hace casi 40 años el Dr. Raynond Moody con su clásico “Vida después de la vida”.

Traigo esto a colación en este blog, no para hablar de túneles, luces o encuentros con familiares fallecidos (por favor, que no se me asuste nadie que esto no va de miedos, sustos ni remedos de Cuarto Milenio), sino para poner el foco en otro de los arquetipos que se repiten en la inmensa mayoría de los casos estudiados. Me refiero al examen que se realiza de la vida del “cuasi fallecido”. Como digo, la mayor parte de las personas que se encuentran en el umbral de la muerte y regresan refieren que “alguien” les incita a que pasen revista a lo realizado en la vida y, ¡oh! Sorpresa, contra todo pronóstico, el examen no gira en torno a las preguntas importantes que muchos podrían imaginar: “¿qué nota media sacaste en la Selectividad?”, “¿Qué carrera has hecho?”, “¿Hasta qué nivel ascendiste en tu empresa?”, “¿Cuánto dinero has ganado en tu vida?”, etc.

No, más bien al contrario. Parece ser que las preguntas que se le hacen al presunto fallecido giran en torno a cuestiones triviales, como por ejemplo: “¿Qué has hecho con la vida que se te dio?”, “¿Has aprendido a amar realmente en tu vida?”, “¿Cuánto bien has hecho o has dejado de hacer?”…

Es decir, lo importante es el bien que hayas hecho y el amor y la solidaridad que hayas regalado a tus semejantes.

Caray, como esto sea cierto a más de uno nos va a dar un patatús en ese examen. Tal vez nos demos cuenta de que podemos haber equivocado la vida completamente. Una gran mayoría de las personas que nos hemos criado en el llamado Mundo Occidental hemos sucumbido completamente a las tentaciones del materialismo y nos hemos focalizado al trabajo, al desarrollo profesional, a la ambición económica y a la compra de montones de artilugios aparentemente imprescindibles para ser feliz (luego comprobamos sistemáticamente que toda esa chatarra no aporta ninguna felicidad real, apenas sirve para llenar unos huecos y dejar otros mayores en nuestro interior). Al mismo tiempo hemos despreciado completamente otros aspectos de la vida, mucho más simples y a la vez más estimulantes, como ver crecer a nuestros hijos o regalar pedacitos de nuestro tiempo y dinero a personas necesitadas, sólo por el inmenso placer de ver la gratitud dibujada en sus ojos. Ojo, no digo que trabajar y ascender en la vida sea malo, por favor, no me malinterpretéis, lo que creo es que dedicarse exclusivamente a eso, ignorando todo lo demás, es un craso error.

Con actitudes egoístas, de una ambición desmesurada, hemos construido el mundo actual. Gandhi decía que “hay bastantes recursos en el mundo para dar de comer a todos los habitantes pero no para satisfacer la avaricia de unos pocos”. Por su parte, San Pablo escribió hace casi 2.000 años que llegaría un momento en el que “los hombres serán egoístas, amigos del dinero, jactanciosos, soberbios, difamadores, rebeldes con sus padres, desagradecidos, impíos, incapaces de amar, implacables, calumniadores, desenfrenados, crueles, enemigos del bien, traidores, aventureros, obcecados…”. Parece un fiel retrato de la sociedad actual.

De hecho, la pérdida paulatina de valores se pone de manifiesto con echar un simple vistazo a nuestro alrededor, o con ver algunos de los programas de televisión de máxima audiencia. A título de ejemplo, un estudio puso de manifiesto que el fracaso escolar en los distintos países de la Unión Europea era directamente proporcional al número de ediciones de Gran Hermano que se habían realizado en dichos países. Sobra decir que ganaba España por goleada.

Creo que siempre estamos a tiempo de dar un golpe de timón a nuestras vidas y a nuestra sociedad, recuperando para nosotros (e inculcando en nuestros hijos) los valores que consideramos importantes.

Nunca es tarde para actuar, y me refiero a actuar de manera positiva, no a patalear y quejarse sin hacer nada práctico. Creo que podemos y debemos recuperar esos valores que según los estudios de ECM, al final es lo que realmente importa.

Un fuerte abrazo

viernes, 4 de octubre de 2013

Ángeles y Demonios


Ya dije en otro momento que escribiría, fundamentalmente, por necesidad, por la necesidad imperiosa de comunicar algo que me mueva por dentro, y he de confesar que ahora siento esa necesidad. Llevo semanas, meses, años asistiendo a un espectáculo tan dramático como bochornoso, en el que la maldad se enseñorea de nuestra vida.

Aún mantengo en la retina los terroríficos hechos ocurridos en mi tierra cordobesa en los que un ser (me cuesta calificarlo de humano) aniquila a sus propios hijos con la “justificación” de hacer aún más daño a la madre de los niños, aún recuerdo la desfachatez con la que juegan con la justicia en otra ciudad andaluza unos criminales que han hecho desaparecer el cuerpo de una joven asesinada, probablemente para reducir en algo su condena, mientras los padres de la chica se hunden en la desesperación, cuando asisto a otro lamentable espectáculo en el que unos padres asesinan presuntamente a su propia hija, una encantadora muchachita adoptada, esta vez no se sabe para qué.

Y esto sólo en nuestro país. Si echamos una mirada a otros lares podemos ver a individuos (me es indiferente si del gobierno o de sus rivales) que exterminan a sus conciudadanos con gases, atentados criminales en todas partes en los que una y otra vez mueren inocentes.

El mundo está lleno de víctimas de la violencia activa, pero si tomamos en consideración la violencia pasiva, si analizamos no sólo los que son asesinados sino también los que dejamos morir: de hambre, de abandono, de enfermedades que podrían ser tratadas…, entonces la cifra de víctimas es astronómica y mi sensación de pena y también de culpabilidad por aquello que hago mal y lo que dejo de hacer bien, es inmensa.

Parece que los demonios andan sueltos y utilizo el término “demonios” atendiendo únicamente al concepto cultural y antropológico que tenemos de ellos, más allá de consideraciones religiosas. Hago esta aclaración para que este post no quede invalidado ante personas que en cuanto leen algo que huela, aunque sea ligeramente, a “religioso” se ven presa de un sarpullido racionalista y rechazan de plano todo lo argumentado.

Insisto, percibo una ola de maldad que me repugna. Más que una ola es un tsunami. Decía Einstein: “sólo hay dos cosas infinitas, el Universo y la estupidez humana, y respecto al Universo no estoy seguro del todo”. Yo estoy totalmente de acuerdo, si bien a esa frase le añadiría la maldad humana. Y cuando se suma maldad y estupidez el efecto es aún más demoledor.

Lo positivo, y siempre hay algo positivo en todo, es que al mismo tiempo también percibo una masa, cada vez mayor, de personas que ayudan a otros desinteresadamente, que escuchan, entienden y empatizan con las desgracias ajenas, que (como dice el viejo refrán castellano) hacen el bien sin mirar a quién.

Y me refiero no sólo a los que se implican activamente en ONG’s y colaboran (a veces asumiendo unos riesgos y sacrificios enormes) en iniciativas de ayuda directa a personas necesitadas. También incluyo en este apartado a personas que simplemente se mueven ante una situación dramática o injusta que afecta a los demás. El mundo está lleno de demonios pero también hay multitudes de ángeles que ayudan a los demás. En los mismos noticiarios que nos muestran las maldades aparecen personas corrientes que ayudan a esos desgraciados que llegan en patera en condiciones lamentables, en los mismos telediarios que muestran a los corruptos que han estafado cantidades inmensas aparecen personas que se movilizan para impedir los desahucios y ayudar a los que se quedan sin hogar. Hay criminales que aniquilan a sus hijos pero también hay personas que se vuelcan en la adopción de niños y niñas y ponen todo su amor y cariño en ellos.

Sí, definitivamente, aunque peque de ingenuo, creo que por mucho que aumente la maldad aumenta en mayor medida la bondad de las personas.

En Poder Ser Más hemos tenido ocasión de comprobarlo directamente. En las últimas semanas nuestra empresa ha lanzado una campaña de productos solidarios, se trata de marcapáginas con mensajes inspiradores, y pendrives ecológicos y también con un mensaje de motivación. El 20% de lo que se recaude con estos productos se donará a la Asociación Española Contra el Cáncer (el pasado verano firmamos un convenio de donación con la Junta Provincial de Madrid de la AECC). Pues bien, al presentar estos productos hemos podido comprobar cómo personas con estrecheces económicas han decidido participar de manera entusiasta en esta iniciativa, en ocasiones personas con las que apenas habíamos trabado contacto anteriormente.

Tal vez muchos pensarán que este post no tiene nada que ver con el Coaching pero eso no es cierto del todo, ya que el Coaching parte de la premisa de que todos tenemos un diamante en bruto en nuestro interior y que nadie hace las cosas mal a propósito. Bueno, tal vez “nadie” sea una exageración pero sí pienso que es mucho mayor el número de personas que quieren hacer el bien que los malvados que hay por el mundo.

Un fuerte abrazo

miércoles, 26 de junio de 2013

El sentido de la adversidad

Ahora que estamos inmersos en esta enorme crisis se hace más necesario que nunca buscar un sentido a todo lo que nos aflige. Muchas personas se preguntan “¿Por qué me pasa esto a  mí?”, o cómo decía el título de aquella película, “¿Qué he hecho yo para merecer esto?”.

A mi juicio, lo primero que debemos hacer es cambiar la pregunta, sustituir el “por qué” por un “para qué”. Cuando nos preguntamos el “por qué” de algo estamos mirando al pasado y eso es útil para extraer un aprendizaje, pero ahora lo importante es mirar hacia adelante, encarar el futuro de otra manera. Si nos preguntamos “para qué” nos pasan las cosas, estaremos más cerca de encontrarles un sentido. Y yo, aun a riesgo de que me tilden de loco, a la adversidad de la crisis le encuentro bastantes sentidos.

En primer lugar la crisis nos hace más fuertes. Sólo aprendemos lo que somos capaces de afrontar cuando abordamos desafíos reales y estimulantes. Soy un firme partidario del “Estado del Bienestar” pero no del bienestar regalado, sino del conseguido con esfuerzo y compromiso por las personas. Seamos serios y maduremos de una vez: la vida regalada vuelve imbéciles a las personas, las reblandece y les quita poder (me refiero al verdadero poder, el poder que tiene cada uno para construir su destino).

En segundo lugar, la necesidad de afrontar la adversidad estimula a las personas a superar la queja y pasar a la acción. La tentación de vivir en la queja es atrayente, parece que nos quitamos responsabilidad sobre nuestro futuro: todo es “culpa de otro”, y por tanto, "que lo arregle el culpable". Puede que haya culpables, seguro que los hay, pero eso no debe ser obstáculo para que nos hagamos responsables de nuestro futuro. La palabra Responsabilidad tiene que ver con “Respons-Habilidad”, respuesta hábil. Tenemos que ser capaces de responder con habilidad a los retos que la vida nos presenta, y tenemos que ser capaces de hacerlo por nosotros mismos, no dependiendo de las ayudas que caen del cielo.

En tercer lugar, y no menos importante en absoluto, la adversidad nos ayuda a cuestionarnos permanentemente nuestras elecciones, nos ayuda a valorar si tiene sentido lo que estamos haciendo. A veces la vida te golpea para que despiertes de los sueños vanos y te plantees si estás luchando por tu verdadero sueño.  Un ejemplo claro de esto lo muestra Paulo Coelho en la introducción de su libro “La Quinta Montaña”, cuando refiere que su pasión desde siempre fue ser escritor pero la vida profesional le llevó por otros mundos. Cuando había alcanzado en su empresa una posición de gran nivel se planteó renunciar a su sueño porque el éxito económico podía compensar la insatisfacción personal. En ese momento fue despedido y pasó varios años pensando “¿Por qué me ha pasado esto?”. Hasta que al final descubrió que aquel golpe le puso en el sendero que realmente había soñado.

Debo confesar que en estos momentos de crisis, en los que es tan difícil consolidar el proyecto que arrancamos hace ahora tres años, la empresa Poder Ser Más dedicada a ayudar a las personas personal y profesionalmente, muchos seres queridos me han aconsejado que renuncie, que busque trabajo en una “empresa normal”. Debo confesar incluso que a veces he tenido esa tentación. Pero cada vez que me lo planteo, la decisión vuelve a ser la misma. He decidido ser coherente con lo que pienso, con lo que siento y con mis propios valores, he decidido mantenerme en este camino porque haciendo lo que hago le encuentro un sentido a mi vida, a diferencia de tantas veces en que he triunfado en el mundo empresarial y me encontraba vacío por dentro. En definitiva, he decidido pelear por mi sueño.

Sé que muchos, tal vez la mayoría, no compartirán este mensaje, pero me da igual, mi recomendación para todos sigue siendo la misma: sé coherente contigo mismo y persigue tu sueño a toda costa.

martes, 9 de abril de 2013

De una pintada a una oración

Veo una pintada en una fachada de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, en el campus de Somosaguas. “Sin pensión, sin curro, sin casa”. Yo añadiría “sin coraje, sin dignidad, sin ilusión”.

Es lamentable que esa pintada la hayan escrito personas que estén formándose para ser el motor de la sociedad del futuro. Es deprimente ver qué falta de ilusión transmite, qué desprecio por la ambición de perseguir los propios sueños, si es que tuvieran alguno, aparte de que “alguien” (¿quién? ¿papá Estado?) les de una casa, un trabajo y una pensión con las que vivir cómodamente, sin esforzarse lo más mínimo.

Esto es una herencia de la cultura del mínimo esfuerzo, del “tengo derecho a todo pero no me comprometo a nada”. Con el tiempo hemos perdido el ansia de superación, la satisfacción por afrontar y superar retos.

Un reciente estudio ha reflejado que los seres humanos de hace miles de años utilizaban más eficientemente las capacidades de su cerebro que nosotros. Evidentemente, ahora tenemos millones de veces más conocimientos que en aquella época pero, en cuanto a la facultad de pensar, estamos más atrasados. Según dicho estudio, eso se debía a que en aquella época las personas tenían que luchar permanentemente por la supervivencia, estaban casi constantemente al límite y esa situación aguzaba todas las facultades de su cerebro.

Me parece una reflexión impactante (y además creo que tiene toda la lógica del mundo). Cuanto menos tenemos que luchar para conseguir las cosas, más cómodos nos volvemos y más insuperables nos parecen los retos que nos presenta la vida. Estamos abrumados por la situación actual cuando nuestros abuelos vivieron, y muchos sobrevivieron, a una terrorífica guerra civil y posguerra plagada de hambres y privaciones de todo tipo.

Hoy nos falta audacia incluso para planear qué vamos a hacer con nosotros mismos. Esto tiene que cambiar, hay que tener osadía en todo lo que hagamos, incluso hasta para rezar. Un admirado amigo y mentor, Paco Valverde, contaba el chiste de esa persona que oraba diciendo “Señor no te pido que me des, pero ponme donde haya, que ya cogeré yo”.

La moraleja de todo esto es que no debes esperar a que te den, muévete, construye, crea, actúa. Exigir está bien pero exigir y no hacer nada constructivo es una temeridad conformista.

lunes, 1 de abril de 2013

Einstein tenía razón

Cada vez que escribo tengo la sensación de que muchas personas se van a sentir contrariadas, porque no expreso la lástima y la desesperación que parece haberse contagiado de todos en estos momentos difíciles. Más bien al contrario, me propongo sacudir las mentes, aguijonear conciencias y agitar los cuerpos. No quiero caer en esa sensación generalizada de “que me despierten cuando acabe la crisis”, ni ser el Calimero que va llorando por las esquinas porque las cosas no salen como había planeado.
Estamos rodeados de piedras con las que tropezamos continuamente, pero la única solución que nos da poder es la decisión de levantarnos una y otra vez y aprender de cada caída para hacerlo mejor la siguiente vez.
Al hilo de esto, me gustaría citar unas reflexiones de Albert Einstein acerca de la crisis, que he leído en la obra “El código del dinero” de Raimon Samsó, ya citada en otra entrada de este blog. El gran genio científico dejó escrito:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progreso. La creatividad nace de la noche oscura. Es en las cursis cuando nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a las crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El problema de las personas y de los países es la pereza para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Damos lo mejor de nosotros cuando afrontamos desafíos. Es en las crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar para superarla”.
Después de esto sobran las palabras. Sólo quisiera añadir que esta travesía del desierto que todos debemos recorrer para extraer lo mejor de nosotros mismos y poder llegar a ser lo que deseamos de verdad, aquello que constituye nuestra auténtica pasión, se puede afrontar de manera más eficiente si se cuenta con la ayuda de personas que te estimulen a progresar y no caer en el abatimiento, el autoengaño o el  conformismo, esos “incordiadores cordiales” (en palabras de un querido profesor mío) que consigan que te comprometas al 100% con tus objetivos. Estoy hablando, lógicamente, ya lo habréis adivinado, de los profesionales del Coaching.

jueves, 14 de marzo de 2013

Que la crisis no te esclavice de por vida

Hace ya algún tiempo que decidí dejar de escribir con periodicidad en este blog, sobre todo porque no siempre se tiene ánimo para exponer el alma, que es uno de los objetivos de mi blog, y también, porque me gustaría ser enormemente exigente con lo que escribo y huir de “escribir por escribir”. Hay muchísimos blogs que son casi tweets de una página entera. ¿A quién le importa si el/la autor/a de turno ha estado en este o aquel foro, o ha coincidido en el baño de un hotel o la cafetería del AVE con tal o cual conocido gestor o gurú del management? Debo reconocer que yo también he caído muchas veces en esta trampa, que no sirve para nada excepto para inflar el ego.

Ante tal diarrea bloguera (en media generación hemos pasado de la escasez de información al absoluto entontecimiento por exceso mal digerido de información) he decidido publicar sólo lo que me gusta de verdad y lo que creo que vale la pena que mis pocos o muchos lectores conozcan.

A vueltas con la crisis apabullante que nos abruma, quiero traer unos mensajes que leí en el libro “El código del dinero” de Raimon Samsó, al que llegué, a su vez, recomendado por Álex  Rovira en su “Mapa del Tesoro”. Voy a reproducir textualmente algunas de las ideas que  Samsó escribió hace ya cuatro años, con las que coincido en gran medida.

“Las crisis son procesos naturales, forman parte de la expansión y la contracción de la vida, como un latido. Siempre las hubo y siempre las habrá. Cuando los medios de comunicación se obsesionan en crear un mal ambiente proporcionan una excusa adicional a quienes las usan para sacar balones fuera. Las crisis pueden servir para excusarse y no reaccionar.

“¿Cómo prepararnos para desarrollarnos económicamente en ambos fenómenos: crisis y globalización? Creo que tengo respuestas:

“Si tu trabajo puede hacerlo un ordenador, búscate otro.

“Si tu trabajo puede hacerlo un robot, búscate otro.

“Si tu trabajo se basa en la experiencia, búscate otro.

“Si tu trabajo no es creativo, búscate otro.

“Si tu trabajo no aporta significado, búscate otro.

“Si tu trabajo  es muy manual, búscate otro.

“Si tu trabajo puede digitalizarse, búscate otro

“Si tu trabajo puede hacerse por menos, búscate otro.

“Si tu trabajo no te apasiona, búscate otro.

“Y en cualquiera de los casos arriba señalados, si después de buscarlo no lo encuentras, créalo…”

Evidentemente no todo vale para todos, y no es fácil cambiar de vida o de trabajo (el que tenga la suerte de tenerlo) en determinados momentos, edades o circunstancias. No es fácil pero sí es posible, no lo olvidéis nunca.

En cualquier caso, cuando leí estas líneas de Samsó que he reproducido pensaba sobre todo en aquellos jóvenes que conozco que se encuentran en la Universidad o están a punto de acceder a ella. Que la crisis actual no os esclavice a la hora de decidir lo que vais a hacer con vuestra vida. Los jóvenes conocéis perfectamente el video de la alocución de Steve Jobs a los universitarios de Stamford (y el que no lo conozca que lo vea en Youtube). Este discurso está lleno de mensajes a los recién graduados para que hagan en su vida lo que realmente les apasiona.

Lo digo y lo repito, haced lo que os apasiona. Es muy triste dedicar toda una vida profesional (quizás más de 35 ó 40 años) a algo que detestáis para descubrir al final que tal vez no valía la pena.