jueves, 7 de octubre de 2010

La verdad

Cuando inicié la certificación en coaching, una de las primeras pruebas prácticas que desarrollamos fue el análisis por parte de todos los presentes de una fotografía. Se trataba de una imagen en la que aparecían personas en una actitud que bien podía interpretarse como una agresión de unos a otros o como un acto de ayuda. La imagen era simplemente un instante congelado, una detención en el tiempo y tanto los rostros de unos y otros como su propia actitud parecían "relatar" una historia, una historia que era fácil de reconstruir partiendo de unos supuestos, unos juicios previos (pre-juicios) que estaban firmemente asentados en la mente de la mayoría de los presentes. Sin embargo, si hacíamos el pequeño esfuerzo de imaginar una historia previa diferente la interpretación de la imagen y el resultado previsible eran completamente diferentes. Las personas que en una interpretación resultaban agresoras e inspiraban temor, desprecio o rechazo, en la otra interpretación se convertían en abnegados cumplidores de la ley que ayudaban a seres en problemas. Todo esto venía a cuento, obviamente, de que nuestros prejuicios están presentes en todas las interpretaciones que hacemos de la realidad. A partir de un conjunto de creencias básicas, nucleares, las personas van construyendo toda una escalera de inferencias que desemboca en las acciones que llevamos a cabo. Cambiando los presupuestos de partida podemos llegar a acciones más beneficiosas para nosotros y eso, cambiar la interpretación de los hechos, es algo que aunque parezca difícil, realmente está a nuestro alcance.
Esto es, además, uno de los puntos de partida de la PNL (Programación Neuro Lingüística) y del coaching ontológico: "El mapa no es el territorio", lo que nosotros percibimos como "realidad" no es "la realidad" sino nuestra interpretación. Al final llegamos al corolario de que no existe "la verdad", simplemente tenemos "mi verdad" o "tu verdad" basadas en la interpretación que hacemos de los hechos y otra persona podría llegar a otra verdad. Aceptar esto es fundamental para construir relaciones basadas en el respeto del otro. Mientras estemos convencidos de que la interpretación de los otros es tan respetable como la nuestra, todo irá mejor. Si, por el contrario, asumimos que nuestra interpretación es la única correcta y hacemos bandera de ella aparecen los extremismos, los radicalismos, la exclusión del oponente y todo un conjunto de males que están en la base del dolor que ha sufrido la humanidad a lo largo de la Historia.

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