jueves, 1 de julio de 2010

Vulnerabilidad: ¿debilidad o fortaleza?

Las distinciones en coaching, además de traer una enseñanza que permite reafirmar el proceso de cambio o aprendizaje del coachee, suelen aportar algo de paradójico que sirve de gran ayuda para sustentar dicho aprendizaje. Una de las distinciones que más interés me ha suscitado siempre es la de "Vulnerabilidad".
Las personas de nuestro entorno y nuestra tradición cultural, suelen considerar que mostrar la propia vulnerabilidad es un gran error, pues supone enseñar a los demás nuestra parte más débil, ese lado por el que somos fácilmente atacables. De acuerdo con la misma tradición, si alguie descubre que somos débiles nos atacará y perjudicará.
Pues bien, lo que enseña el coaching ontológico de Echevarría (y confirma mi propia experiencia) es justamente lo contrario. Mostrar la propia vulnerabilidad no despierta, en general, las ansias de los demás por atacarnos, puesto que, en general, el otro no es el enemigo (psicópatas aparte, claro). Mostrar la propia vulnerabilidad, en general, despierta simpatía, solidaridad y deseos de ayuda por parte de los demás. Es posible que alguien desee perjudicarte si te ve vulnerable, pero ese alguien, probablemente, te intente perjudicar en cualquier caso, en tanto que la mayoría de las personas actuarán con mayor nivel de confianza y mayor deseo de cooperación cuando encuentran otras personas que, mostrando su vulnerabilidad, descubren lo que todos somos, que somos SERES HUMANOS, con nuestras virtudes y nuestros defectos, que somos imperfectos precisamente por ser humanos, porque no somos dioses ni lo pretendemos.
En primer lugar, ocultar la vulnerabilidad tiene algo de autoengaño, de querer enmascarar nuestras propias carencias y por tanto, puede resultar un ocstáculo al aprendizaje. La persona que no quiere mostrar ninguna carencia parece quere decir a los demás (y lo que es peor aún, decirse a sí mismo): "Yo ya estoy bien así, no necesito nada ni a nadie". Esta persona difícilmente evolucionará ni podrá mejorar, pues sus propias barreras dificultan todo proceso de cambio positivo.
En segundo lugar, no hay nada más patético que intentar ocultar alguna característica física o psicológica de nosotros mismos, puesto que cuanto más intentamos disimularlo, más fácilmente lo descubren los demás y al final todo el mundo lo comenta a nuestras espaldas. El resultado es, vuelvo a insistir en ello, verdaderamente patético.
Por último, como ya he comentado, la persona que actúa así suele despertar en los demás justamente las reacciones contrarias a lo que persigue inicialmente, pues pueden ser catalogados de prepotentes, "don perfecto", engreído... En cambio, la persona que muestra su vulnerabilidad despierta deseos de ayuda porque los demás se reconocen en él.
En definitiva, esta distinción me parece sumamente interesante y útil. Para aquél que desee ampliar más este concepto le puedo remitir al blog de Miriam Ortiz, que incluye una descripción muy acertada de esta distinción y una tabla comparativa entre vulnerabilidad considerada como debilidad o como fortaleza.

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