lunes, 28 de octubre de 2013

¿Sabemos lo que realmente importa?

La publicación el año pasado del libro “Al otro lado del túnel”, del Dr. José Miguel Gaona ha puesto nuevamente de moda el estudio de las ECM (Experiencias Cercanas a la Muerte), que ya popularizara hace casi 40 años el Dr. Raynond Moody con su clásico “Vida después de la vida”.

Traigo esto a colación en este blog, no para hablar de túneles, luces o encuentros con familiares fallecidos (por favor, que no se me asuste nadie que esto no va de miedos, sustos ni remedos de Cuarto Milenio), sino para poner el foco en otro de los arquetipos que se repiten en la inmensa mayoría de los casos estudiados. Me refiero al examen que se realiza de la vida del “cuasi fallecido”. Como digo, la mayor parte de las personas que se encuentran en el umbral de la muerte y regresan refieren que “alguien” les incita a que pasen revista a lo realizado en la vida y, ¡oh! Sorpresa, contra todo pronóstico, el examen no gira en torno a las preguntas importantes que muchos podrían imaginar: “¿qué nota media sacaste en la Selectividad?”, “¿Qué carrera has hecho?”, “¿Hasta qué nivel ascendiste en tu empresa?”, “¿Cuánto dinero has ganado en tu vida?”, etc.

No, más bien al contrario. Parece ser que las preguntas que se le hacen al presunto fallecido giran en torno a cuestiones triviales, como por ejemplo: “¿Qué has hecho con la vida que se te dio?”, “¿Has aprendido a amar realmente en tu vida?”, “¿Cuánto bien has hecho o has dejado de hacer?”…

Es decir, lo importante es el bien que hayas hecho y el amor y la solidaridad que hayas regalado a tus semejantes.

Caray, como esto sea cierto a más de uno nos va a dar un patatús en ese examen. Tal vez nos demos cuenta de que podemos haber equivocado la vida completamente. Una gran mayoría de las personas que nos hemos criado en el llamado Mundo Occidental hemos sucumbido completamente a las tentaciones del materialismo y nos hemos focalizado al trabajo, al desarrollo profesional, a la ambición económica y a la compra de montones de artilugios aparentemente imprescindibles para ser feliz (luego comprobamos sistemáticamente que toda esa chatarra no aporta ninguna felicidad real, apenas sirve para llenar unos huecos y dejar otros mayores en nuestro interior). Al mismo tiempo hemos despreciado completamente otros aspectos de la vida, mucho más simples y a la vez más estimulantes, como ver crecer a nuestros hijos o regalar pedacitos de nuestro tiempo y dinero a personas necesitadas, sólo por el inmenso placer de ver la gratitud dibujada en sus ojos. Ojo, no digo que trabajar y ascender en la vida sea malo, por favor, no me malinterpretéis, lo que creo es que dedicarse exclusivamente a eso, ignorando todo lo demás, es un craso error.

Con actitudes egoístas, de una ambición desmesurada, hemos construido el mundo actual. Gandhi decía que “hay bastantes recursos en el mundo para dar de comer a todos los habitantes pero no para satisfacer la avaricia de unos pocos”. Por su parte, San Pablo escribió hace casi 2.000 años que llegaría un momento en el que “los hombres serán egoístas, amigos del dinero, jactanciosos, soberbios, difamadores, rebeldes con sus padres, desagradecidos, impíos, incapaces de amar, implacables, calumniadores, desenfrenados, crueles, enemigos del bien, traidores, aventureros, obcecados…”. Parece un fiel retrato de la sociedad actual.

De hecho, la pérdida paulatina de valores se pone de manifiesto con echar un simple vistazo a nuestro alrededor, o con ver algunos de los programas de televisión de máxima audiencia. A título de ejemplo, un estudio puso de manifiesto que el fracaso escolar en los distintos países de la Unión Europea era directamente proporcional al número de ediciones de Gran Hermano que se habían realizado en dichos países. Sobra decir que ganaba España por goleada.

Creo que siempre estamos a tiempo de dar un golpe de timón a nuestras vidas y a nuestra sociedad, recuperando para nosotros (e inculcando en nuestros hijos) los valores que consideramos importantes.

Nunca es tarde para actuar, y me refiero a actuar de manera positiva, no a patalear y quejarse sin hacer nada práctico. Creo que podemos y debemos recuperar esos valores que según los estudios de ECM, al final es lo que realmente importa.

Un fuerte abrazo

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