Ya dije en otro momento que escribiría, fundamentalmente,
por necesidad, por la necesidad imperiosa de comunicar algo que me mueva por
dentro, y he de confesar que ahora siento esa necesidad. Llevo semanas, meses,
años asistiendo a un espectáculo tan dramático como bochornoso, en el que la
maldad se enseñorea de nuestra vida.
Aún mantengo en la retina los terroríficos hechos ocurridos
en mi tierra cordobesa en los que un ser (me cuesta calificarlo de humano)
aniquila a sus propios hijos con la “justificación” de hacer aún más daño a la
madre de los niños, aún recuerdo la desfachatez con la que juegan con la
justicia en otra ciudad andaluza unos criminales que han hecho desaparecer el
cuerpo de una joven asesinada, probablemente para reducir en algo su condena,
mientras los padres de la chica se hunden en la desesperación, cuando asisto a
otro lamentable espectáculo en el que unos padres asesinan presuntamente a su
propia hija, una encantadora muchachita adoptada, esta vez no se sabe para qué.
Y esto sólo en nuestro país. Si echamos una mirada a otros
lares podemos ver a individuos (me es indiferente si del gobierno o de sus rivales) que
exterminan a sus conciudadanos con gases, atentados criminales en todas partes en
los que una y otra vez mueren inocentes.
El mundo está lleno de víctimas de la violencia activa, pero
si tomamos en consideración la violencia pasiva, si analizamos no sólo los que
son asesinados sino también los que dejamos morir: de hambre, de abandono, de
enfermedades que podrían ser tratadas…, entonces la cifra de víctimas es
astronómica y mi sensación de pena y también de culpabilidad por aquello que
hago mal y lo que dejo de hacer bien, es inmensa.
Parece que los demonios andan sueltos y utilizo el término “demonios”
atendiendo únicamente al concepto cultural y antropológico que tenemos de ellos,
más allá de consideraciones religiosas. Hago esta aclaración para que este post
no quede invalidado ante personas que en cuanto leen algo que huela, aunque sea
ligeramente, a “religioso” se ven presa de un sarpullido racionalista y
rechazan de plano todo lo argumentado.
Insisto, percibo una ola de maldad que me repugna. Más que
una ola es un tsunami. Decía Einstein: “sólo hay dos cosas infinitas, el
Universo y la estupidez humana, y respecto al Universo no estoy seguro del todo”.
Yo estoy totalmente de acuerdo, si bien a esa frase le añadiría la maldad
humana. Y cuando se suma maldad y estupidez el efecto es aún más demoledor.
Lo positivo, y siempre hay algo positivo en todo, es que al
mismo tiempo también percibo una masa, cada vez mayor, de personas que ayudan a
otros desinteresadamente, que escuchan, entienden y empatizan con las
desgracias ajenas, que (como dice el viejo refrán castellano) hacen el bien sin
mirar a quién.
Y me refiero no sólo a los que se implican activamente en
ONG’s y colaboran (a veces asumiendo unos riesgos y sacrificios enormes) en
iniciativas de ayuda directa a personas necesitadas. También incluyo en este
apartado a personas que simplemente se mueven ante una situación dramática o
injusta que afecta a los demás. El mundo está lleno de demonios pero también
hay multitudes de ángeles que ayudan a los demás. En los mismos noticiarios que
nos muestran las maldades aparecen personas corrientes que ayudan a esos
desgraciados que llegan en patera en condiciones lamentables, en los mismos
telediarios que muestran a los corruptos que han estafado cantidades inmensas
aparecen personas que se movilizan para impedir los desahucios y ayudar a los que
se quedan sin hogar. Hay criminales que aniquilan a sus hijos pero también hay
personas que se vuelcan en la adopción de niños y niñas y ponen todo su amor y
cariño en ellos.
Sí, definitivamente, aunque peque de ingenuo, creo que por mucho
que aumente la maldad aumenta en mayor medida la bondad de las personas.
En Poder Ser Más
hemos tenido ocasión de comprobarlo directamente. En las últimas semanas
nuestra empresa ha lanzado una campaña de productos solidarios, se trata de
marcapáginas con mensajes inspiradores, y pendrives ecológicos y también con un
mensaje de motivación. El 20% de lo que se recaude con estos productos se
donará a la Asociación Española Contra el Cáncer (el pasado verano firmamos un
convenio de donación con la Junta Provincial de Madrid de la AECC). Pues bien, al
presentar estos productos hemos podido comprobar cómo personas con estrecheces
económicas han decidido participar de manera entusiasta en esta iniciativa, en
ocasiones personas con las que apenas habíamos trabado contacto anteriormente.
Tal vez muchos pensarán que este post no tiene nada que ver
con el Coaching pero eso no es cierto del todo, ya que el Coaching parte de la premisa
de que todos tenemos un diamante en bruto en nuestro interior y que nadie hace
las cosas mal a propósito. Bueno, tal vez “nadie” sea una exageración pero sí
pienso que es mucho mayor el número de personas que quieren hacer el bien que
los malvados que hay por el mundo.
Un fuerte abrazo
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