sábado, 13 de marzo de 2010

¿Qué tenemos en común las personas a las que nos gusta el coaching?

Hace unos días una persona desarrolló una jornada sobre coaching en mi empresa. El colectivo de personas invitadas era un grupo escogido de profesionales de gran futuro, los "high potentials" de la compañía. Yo también asistí como invitado, para confrontar nuestro punto de vista acerca del coaching con el del ponente. Evidentemente, había muchas diferencias entre ambos, como lo hay entre todas las corrientes de coaching que existen en el mercado. Nosotros hemos pasado un proceso de certificación en coaching ontológico en tanto que otras corrientes ponen su acento en otras vertientes diferentes del coaching.
Más allá de polemizar acerca de definiciones puristas o enfoques dogmáticos, en un momento de la jornada me pregunté a mí mismo, y también expuse al resto del auditorio, la pregunta que da título a esta entrada del blog: ¿Qué tenemos en común las personas a las que nos apasiona el coaching? Creo sinceramente que lo que más nos une a los enamorados del coaching es un deseo de ser útiles a otros seres humanos. Creo que somos personas interesadas en ayudar a otras personas a aprender por sí mismas, a romper las barreras que nos limitan y nos permiten alcanzar aquellas metas que en otras circunstancias ni siquiera nos habríamos planteado como posibles.
Debo reconocer que en un primer instante estuve tentado de escribir también, en el párrafo anterior, que nos gusta ayudar a otras personas “a ser mejores de lo que son” y luego lo deseché porque ¿qué es ser mejor? No creo que los coaches deban juzgar lo que es bueno o malo, lo que es mejor o peor para el coachee (siempre dentro de los límites del código ético y del juramento deontológico del coach, obviamente), sino ponerse totalmente a su servicio y mostrarle los juicios o creencias que el coach, como espejo, puede observar, para que de esta manera el coachee decida si quiere cambiarlos o no, qué objetivos nuevos se plantea y cómo espera afrontarlos.
Esto enlaza con una de las distinciones más importantes del coaching ontológico, en mi opinión, que es la de “Ego Less”, ya comentada en una entrada anterior. En definitiva, se trata de reconocer que el coachee es un ser humano completo, que no necesita consejos sino que es el más indicado para encontrar la solución que mejor se adapte a sus necesidades, una vez eliminados, con la ayuda del coach, los “velos” que pueden estar obstaculizando su visión.
Y esta es otra de las características que tienen en común, desde mi punto de vista, los amantes del coaching: una fe total e inquebrantable en las posibilidades que tienen los seres humanos para superarse y convertirse en aquello que desean ser.

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