miércoles, 24 de marzo de 2010

Más vale malo conocido...

En multitud de ocasiones los refranes y las sentencias populares encierran gran sabiduría y constituyen una guía útil para deambular por la vida, pero en otros casos pueden resultar verdaderamente dañinos. A mi juicio, el conocidísimo refrán que da título a esta entrada, “más vale malo conocido que bueno por conocer”, es una de las frases más perjudiciales que ha dado a luz la lengua castellana, porque induce a las personas a permanecer en su zona de confort. De hecho, multitud de personas viven una vida desgraciada sin atreverse a explorar nuevas rutas, sin desafiar la rutina de sus vidas y abrirse a nuevas experiencias, porque prefieren ese “malo conocido” que cualquier otra situación, buena o mala, que puedan conocer.
Uno de los elementos más beneficiosos del coaching es precisamente su capacidad para empujar al coachee a salir de lo malo conocido y explore nuevos enfoques. A lo largo de nuestra existencia hemos acumulado experiencias que nos permiten conocer aquello que nos gusta o se nos da bien, en lo que somos competentes, y aquello otro que no dominamos o, simplemente, no nos satisface. En general, a las personas nos resulta fácil catalogar las situaciones de la vida que debemos afrontar y asociarlas a recuerdos positivos o negativos, en función de si logramos hacer un papel excelente (o al menos, “apañadito”) en situaciones similares, o si pasamos un mal rato porque la experiencia nos dejó sabor a derrota, a ridículo o a fracaso. A final, abordamos lo que conocemos que sabemos hacer bien y eludimos lo que conocemos que no sabemos hacer bien.
Pero ¿qué ocurre con lo que no sabemos si se nos da bien o mal? Pues lo habitual es que lo desconocido lo metamos en el mismo cajón de lo que se nos da mal. La mayoría de las personas reaccionan como describe el refrán de marras y evitan un infinito universo de situaciones en las que desconocemos cómo podríamos comportarnos. Lamentablemente, arrastramos desde hace siglos el sambenito de que equivocarse es sinónimo de fracaso y cualquier cosa es mejor que aparecer ante los demás como unos fracasados. De esta manera penalizamos la mayor fuente de aprendizaje que nos ofrece la vida: la experiencia.
Desde el coaching mantenemos que el error no es un fracaso sino un aprendizaje y de que debemos abrir todas las puertas de nuestra razón, nuestros sentidos y nuestras emociones a las nuevas experiencias. Sólo cuando hemos probado algo podemos responder con garantía a la duda de si somos competentes en esa materia o no, o de si se trata de algo que nos apasiona o nos aburre soberanamente.
Un buen coach no debe permitir que el coachee se refugie en sus excusas para no cambiar. El cambio provoca vértigo y el miedo a lo desconocido es la mayor fuente de fracaso de los procesos de transformación en las empresas y en la vida de los seres humanos. Algunos coachees a los que he comentado este asunto de salir de la “zona de confort” han reaccionado con un cierto malestar. “¿Cómo que zona de confort? Ni te imaginas lo j… que estoy, con todas las cosas que tengo que hacer, los problemas que tengo, las discusiones en el trabajo, el aburrimiento o el agobio que tengo encima”. Evidentemente, cuando hablamos de “zona de confort” no nos referimos a confort físico, sino a la tranquilidad que aporta el deambular por un mundo conocido, aunque sea perjudicial. Estas personas plantean su vida cotidiana con unas características verdaderamente dolorosas o negativas. Sin embargo, se han auto convencido de que es la única manera de vivir, de que es preferible el sufrimiento a la incertidumbre, el dolor al miedo.
Más allá de teorías, hablando en primera persona, deseo manifestar que mi profesionalidad como coach me impide dejar que el coachee se refugie en su autocomplacencia, en su rutina e inmovilismo y que trabajaré para que salga de su “zona de confort” y se movilice para conseguir sus objetivos.

1 comentario:

  1. l leer esta entrada me viene a la cabeza eso de "no perder el niño que tenemos dentro", porque cuando eres niño esa "zona de confort" a la que te refieres se amplia día a día, sin importar el número de veces que fracasate hasta conseguir tu objetivo -si es que lo llegaste a conseguir, en caso contrario pudo convertirse en uno de los "sueños a perseguir".
    A medida que vamos creciendo la sociedad nos hace ver el fracaso como algo negativo, y al fracasado como alguien al que hay que evitar; yo prefiero el enfoque de Thomas Carlyle de que "Puede ser un héroe tanto el que triunfa como el que sucumbe, pero jamás el que abandona el combate."
    Salir de esa zona de confort se hace más díficil cuanto más tiempo pases en ella así que, Jesús, ENHORABUENA porque después de tantos años en una línea laboral has CAMBIADO y este es el mejor ejemplo que puedes dar a tus coachees, para que se "animen" al cambio.

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