lunes, 1 de abril de 2013

Einstein tenía razón

Cada vez que escribo tengo la sensación de que muchas personas se van a sentir contrariadas, porque no expreso la lástima y la desesperación que parece haberse contagiado de todos en estos momentos difíciles. Más bien al contrario, me propongo sacudir las mentes, aguijonear conciencias y agitar los cuerpos. No quiero caer en esa sensación generalizada de “que me despierten cuando acabe la crisis”, ni ser el Calimero que va llorando por las esquinas porque las cosas no salen como había planeado.
Estamos rodeados de piedras con las que tropezamos continuamente, pero la única solución que nos da poder es la decisión de levantarnos una y otra vez y aprender de cada caída para hacerlo mejor la siguiente vez.
Al hilo de esto, me gustaría citar unas reflexiones de Albert Einstein acerca de la crisis, que he leído en la obra “El código del dinero” de Raimon Samsó, ya citada en otra entrada de este blog. El gran genio científico dejó escrito:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países porque la crisis trae progreso. La creatividad nace de la noche oscura. Es en las cursis cuando nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien atribuye a las crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia. El problema de las personas y de los países es la pereza para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Damos lo mejor de nosotros cuando afrontamos desafíos. Es en las crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla y callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer luchar para superarla”.
Después de esto sobran las palabras. Sólo quisiera añadir que esta travesía del desierto que todos debemos recorrer para extraer lo mejor de nosotros mismos y poder llegar a ser lo que deseamos de verdad, aquello que constituye nuestra auténtica pasión, se puede afrontar de manera más eficiente si se cuenta con la ayuda de personas que te estimulen a progresar y no caer en el abatimiento, el autoengaño o el  conformismo, esos “incordiadores cordiales” (en palabras de un querido profesor mío) que consigan que te comprometas al 100% con tus objetivos. Estoy hablando, lógicamente, ya lo habréis adivinado, de los profesionales del Coaching.

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