Cada vez que escribo tengo la sensación de que muchas personas
se van a sentir contrariadas, porque no expreso la lástima y la desesperación
que parece haberse contagiado de todos en estos momentos difíciles. Más bien al
contrario, me propongo sacudir las mentes, aguijonear conciencias y agitar los
cuerpos. No quiero caer en esa sensación generalizada de “que me despierten
cuando acabe la crisis”, ni ser el Calimero que va llorando por las esquinas
porque las cosas no salen como había planeado.
Estamos rodeados de piedras con las que tropezamos
continuamente, pero la única solución que nos da poder es la decisión de
levantarnos una y otra vez y aprender de cada caída para hacerlo mejor la
siguiente vez.
Al hilo de esto, me gustaría citar unas reflexiones de
Albert Einstein acerca de la crisis, que he leído en la obra “El código del
dinero” de Raimon Samsó, ya citada en otra entrada de este blog. El gran genio
científico dejó escrito:
“No pretendamos que las cosas cambien si siempre hacemos lo
mismo. La crisis es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países
porque la crisis trae progreso. La creatividad nace de la noche oscura. Es en
las cursis cuando nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes
estrategias. Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado. Quien
atribuye a las crisis sus fracasos y penurias violenta su propio talento y
respeta más a los problemas que a las soluciones. La verdadera crisis es la
crisis de la incompetencia. El problema de las personas y de los países es la
pereza para encontrar salidas y soluciones. Sin crisis no hay desafíos, sin
desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Damos lo mejor de nosotros
cuando afrontamos desafíos. Es en las crisis donde aflora lo mejor de cada uno,
porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla y
callar en la crisis es exaltar el conformismo. En vez de esto trabajemos duro. Acabemos
de una vez con la única crisis amenazadora, que es la tragedia de no querer
luchar para superarla”.
Después de esto sobran las palabras. Sólo quisiera añadir
que esta travesía del desierto que todos debemos recorrer para extraer lo mejor
de nosotros mismos y poder llegar a ser lo que deseamos de verdad, aquello que
constituye nuestra auténtica pasión, se puede afrontar de manera más eficiente si
se cuenta con la ayuda de personas que te estimulen a progresar y no caer en el
abatimiento, el autoengaño o el conformismo,
esos “incordiadores cordiales” (en palabras de un querido profesor mío) que
consigan que te comprometas al 100% con tus objetivos. Estoy hablando,
lógicamente, ya lo habréis adivinado, de los profesionales del Coaching.
lunes, 1 de abril de 2013
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